Solo mirando en nuestro interior, podremos hallar el sentido que no vemos a nuestra realidad. La verdad se esconde detrás de los detalles minúsculos, detrás de lo que sentimos. Debemos tirar de esa cuerda. Es aleccionadora, pues si la seguimos y logramos plasmarla en nuestro mundo material, recibiremos luz, que es conocimiento que nos impulsará y, lejos de sentirnos perdidos o solos, obtendremos el ímpetu necesario para seguir avanzando. Cuando no obramos según es nuestra naturaleza, no conectamos con ella y esa desconexión no solo nos aleja de lo real, sino que además nos coloca una especie de venda en los ojos que nos impide ver cada vez más, despojándonos de certezas y vitalidad, fundamentales para vivir. No busquemos en los demás ni en nada externo las respuestas. Recojamos nuestros propios frutos, viéndonos en cada gesto, en cada palabra. Las claves las hallaremos en silencio con nosotros mismos, siendo honestos, adjudicándonos el papel que ciertamente interpretamos y no distanciándonos de él, haciendo de cuentas que no es importante. Existen dimensiones que no vemos donde todo se queda registrado y eso está operando constantemente, atrayendo hacia nosotros aquello que necesitamos para nacer a la luz.
La confusión reina en la mente que pretende controlarlo todo. Algo que está desconectado de lo real no puede conducir ni gobernar. Es necesario hallar detrás de lo aparente, un reducto de paz. Lo aprendido, a veces, dificulta la visión real. Es necesario soltarse de los apegos y vivir siendo fieles al sentir propio, sin traiciones ni deslealtades, para poder seguir construyendo. De lo contrario, lo que hacemos se pierde, no se sustenta, y nosotros no hallamos la fuerza necesaria para seguir avanzando.
A veces, juzgamos excesivamente a los demás, sin darnos cuenta de que todos estamos involucrados en los mismos acertijos vitales por descubrir. No es importante evaluar los hechos de un modo impersonal. Lo que existe fuera nos habla. El mensaje esclarecedor no procede de juzgar sino de comprender. En la comprensión dejamos de colocarnos frente al hecho juzgado para situarnos al lado, a la par. En esa postura, tarde o temprano, llegará el mensaje que tiene para nosotros aquello que nos llama la atención. Lograr vernos en la realidad que nos habla ha de ser nuestro principal objetivo.
La sinrazón se apodera del individuo cuando no halla el sentido verdadero en el camino que transita. El verdadero sentido nace en el perdón, en la aceptación, en el dar incondicional. Solo aceptando las circunstancias que llegan de la mano de la vida y hallando significados que trasciendan lo anecdótico y nos acerquen desde la paz a nosotros, podremos continuar construyendo.
El ser humano contiene dentro de sí las respuestas que necesita. Sin embargo, vive en una especie de parcela individual siguiendo la corriente mayoritaria, sin atender a los impulsos internos que siente y que lo impulsan hacia la dirección acertada. Es necesaria una toma de conciencia de ese lenguaje especial que alberga e investigarlo a fin de no perder el hilo conductor que ha de seguir, si quiere comprender su realidad adecuadamente. No debe desperdiciar su tiempo ni perderse de vista. Ha de ser fiel a él mismo.
Cuando en nuestra vida cotidiana dejamos de ser nosotros mismos, aunque sea en una situación sin importancia, en realidad, estamos postergándonos, estamos traicionándonos, estamos dejándonos de dar y estamos quitando a los demás y al universo. Esa parte que no se expresa ahí fuera, es una oportunidad muy grande y liberadora que pone en marcha unos engranajes más profundos y valiosos de lo que imaginamos. En la medida en que no plasmamos en la experiencia esa parte de nosotros, de algún modo, nos estamos robando y robando al otro y a la vida. No somos dueños de nuestra energía, somos meros administradores de la misma para el bien propio y el de los demás. No sabemos las implicaciones grandiosas que nuestra presencia posee en el esquema vital propio y del otro, con el cual nos relacionamos; pero no nos corresponde juzgarlo y será muy difícil, desde la óptica mental, medirlo. Creemos erróneamente que eso que postergamos no es importante y que casi no se notará, pero existe dentro de cada uno, una cuenta que va sumando o restando. En la medida en que damos adecuadamente sumará y en la medida en que no demos adecuadamente, restará. Eso que resta, ¿en qué se traduce? No sentiremos perdidos, solos, faltos de estímulo, cansados e incluso no alcanzaremos objetivos que estaban disponibles, porque si quitamos a la vida y a los demás, la vida también nos quita. Por lo tanto, seamos conscientes de la importancia de SER testimonio fidedigno y claro de lo que llevamos dentro. No nos posterguemos a la primera de cambio. Demos al otro, a la vida y al universo lo que nos toca dar. Testimoniémonos por entero cuando nos toca. Es el único modo de vivir en armonía.
A menudo me encuentro con personas que me preguntan, ¿qué es el miedo a perder? Yo les respondo: simplemente no querer entregarse a la experiencia, a la vida. ¿Por qué siempre queremos ganar? Porque con ello creemos que seremos felices. Querer ganar nos conduce a retener y para ello necesitamos dirigir la vida desde la voluntad, haciendo nuestro parecer con nosotros y con los demás. En ese sentido, los demás, se convierten en piezas de nuestro propio juego. Cuando jugamos al juego de ganar o perder, en ese instante, procuraremos controlar a los demás, a nuestra vida y a nosotros mismos nos pondremos en una cárcel de la que después será muy difícil salir. ¿Por qué nos asusta la libertad? Porque deseamos ganar ¿Que? Muchas veces, ni siquiera lo sabemos Simplemente, no nos entregamos, no SOMOS Dar es SER (uno mismo) y en esa medida nos desprendemos del control y de la mente, del juego de ganar o perder para, simplemente, aprender. En ese aprendizaje hay amor, hay luz, dejamos que la llama de la vida entre y nos proponga el paso siguiente. Vivir desde esa perspectiva es difícil en un mundo donde nadie quiere mostrarse tal cual es, en el que la vida, permanentemente, es un juego a escondidas donde, por no querer perder, ( a veces no sabemos qué) no damos nada, no dejamos ver nada más que lo justo para continuar en ese mismo juego de ganar o perder. ¡Qué pobre está el ser humano actual viviendo de este modo y qué pocos resultados gratificantes obtiene a la larga! Porque todo lo que hacemos a otros nos lo hacemos a nosotros. SI NO SOY, ES DECIR NO DOY, NO ME DOY. Cuando pasa el tiempo, miramos hacia atrás nuestra vida y estamos llenos de sinsabores o miedos, algunos nos hemos de preguntar ¿qué ha ocurrido? Y es entonces cuando, tal vez, tendremos la oportunidad de cambiar de estado, de cambiar la visión por una donde la generosidad, que implica simplemente mostrarnos, toma la primera posición para dejar de intentar ganar o controlar y entregarnos con amor y confianza a la experiencia de SER. SOLO GANA EN VERDAD QUIEN LOGRA SER. Y en este caso, no es un juego mental, es mucho más simple, es SER VERDAD, que es actuar según siente nuestro CORAZÓN SINCERO. NO ES MÁS FELIZ QUIEN MÁS TIENE SINO QUIEN MÁS DA Me encuentro con personas que me dicen: ̶ No tengo nada para Dar Y yo les respondo: ̶ ¿ Y tu verdad? ¿Y tú como persona? Puedes escuchar a alguien que lo necesita, puedes dar tu opinión sincera, puedes dar tu tiempo… Hay tantos “puedes” en un instante, en la vida de cada uno, que son infinitas las posibilidades o puentes que podemos tender hacia el mundo. Somos ricos, estamos llenos, solo es cuestión de que nos llenemos de fuerza y expresemos.
Hoy día, no se habla de profundidades, no está de moda, parece que hemos de ocultarnos y avergonzarnos, parece que no hemos de tener sentimientos, solo razones. Prima la necesidad de estabilidad, cuando la realidad es inestable; prima la necesidad de paz, cuando en realidad el ser humano está lleno de guerras internas. Es una falacia pensar que, en medio de este tumulto, podemos solucionar las cosas desde una perspectiva de generalidad, de globalidad. No se puede conocer el alcance real del problema del mundo, pero sí podemos conocer el alcance real de nuestros problemas, de nuestras oscuridades. Haciendo claridad dentro de cada uno, podremos construir en verdad claridad en el exterior. Todo cambio trae consigo confusión, pero a veces allí radica la clave. Solo construyendo en la verdad podremos continuar; si seguimos construyendo sobre falacia y mentira, la mentira se perpetuará y los movimientos para que la verdad aflore, serán cada vez más profundos y cada vez más radicales. Hemos de conciliarnos con nosotros en primer lugar, para poder comprender el sentido de la conciliación global. Todo está dentro de cada uno. La verdad se halla en lo más profundo. No hemos de olvidarnos de que, ante todo, somos individuos.
"Los cambios nos traen regalos. Los cambios nos anuncian algo que hemos de descubrir. Los cambios nos abren a nuevas perspectivas que hemos de aprender a dilucidar su sentido. La vida, con sus cambios permanentes, nos impulsa en la dirección que precisamos; solo hemos de observar y observarnos a través de ellos, pues allí radica la clave de nuestro aprendizaje, de nuestra liberación, de nuestra felicidad al fin. Ella está en nuestra mano, pero no lo sabemos porque no comprendemos cómo leer en su idioma. La felicidad tiene un lenguaje propio. La felicidad está presente permanentemente en nuestra vida, aún en los tiempos más adversos. Sin embargo, su color especial hace que sea muy difícil para nosotros encontrarlo, en nuestra lectura actual de los hechos. Es decir, nuestra psiquis y nuestra cultura no nos han enseñado a leer correctamente las circunstancias, y parece que todo es repetitivo, y parece que todo siempre ha de estar igual, y parece que las circunstancias nos son adversas. No existe tal adversidad; solo existe en nosotros un deseo de permanencia erróneo, en un lugar inhóspito que no comprendemos su sentido real... " Claudia Guggiana. Ejercicios para el reencuentro. 2013 Eternity Ediciones.