Existe en nosotros un vacío existencial que llenamos con lo externo , con las compras, con los viajes, con las relaciones que mantenemos con los demás, con el dinero, con el estatus que deseamos alcanzar. Es decir, estamos acotumbrados a obtener del mundo exterior, de los otros o de lo otro, aquello que nos aporte lo que deseamos para satisfacer nuestras demandas de seguridad, de estabilidad, de consuelo y de un largo etcétera.
Vivimos dirigiendo nuestra atención y nuestros requerimientos hacia el exterior . ¿Y nuestro interior, es decir, nuestro auténtico yo dónde se queda? ¿Quién es realmente? ¿Acaso somos los objetivos que perseguimos? En realidad, somos verdaderos desconocidos. No sabemos quiénes somos y no podemos siquiera entrar dentro para averiguarlo. Nadie nos ha enseñado que existe un camino y, sobre todo, lo que es seguro, es que en la medida en que sigamos volcados hacia el exterior, desconociendo lo que somos y quiénes somos, estamos muy lejos de alcanzar la felicidad.
La tan ansiada felicidad, que es al final lo que está detrás de todas nuestras búsquedas de satisfacciones externas, la hallaremos cuando comprendamos que lo externo no es más que un gran reflejo de eso interno y misterioso que llevamos dentro.
¿Cómo podemos llegar a esa comprensión? Siendo nosotros mismos; acompañándonos más, que implica dialogar más con nosotros que lo que dialogamos con los demás; mirando lo que sentimos, en vez de correr a satisfacernos; mirando qué más hay detrás del vacío que experimentamos cuando estamos solos, porque siempre que detectemos una carencia o necesidad, del tipo que sea, afectivo-emocional o material, es seguro que detrás de ella, de ese sentir, existe una nueva respuesta a hallar. Esa respuesta que hemos de buscar es la que nos dará, ciertamente, la satisfacción que deseamos y esa satisfacción nos devolverá la felicidad.
La felicidad no la podemos obtener de lo otro ni de los otros; es un estado que hallamos cuando nos damos cuenta que todas las respuestas están dentro.
Los conceptos actuales en los que nos basamos para vivir están caducos. Debemos buscar un nuevo sentido a nuestra vida y a todas las cosas, de tal forma que ese nuevo sentido nos aporte las respuestas que nos llenen. Cuando nos sintamos llenos, es seguro que habremos hallado algo de nosotros que desconocíamos, y ese algo, ese hallazgo es felicidad, es plenitud. Conocernos es la clave. Descubrirnos la gran meta.