En la medida
en que juzgamos la realidad, ya sean personas o hechos, estamos escapando de nosotros,
estamos poniendo una barrera entre nosotros y la vida. Cuando juzgamos estamos
actuando con ideas previas acerca de lo que ha de ser esa realidad que
observamos o acerca de lo que deseamos que sea, es decir, actuamos a través de
la mente que imagina, que relaciona, que espera, que sueña. Juzgar es símbolo de
no aceptar.
Observemos qué no nos agrada, esa es la puerta que hemos de abrir. A partir de ahí, se inicia el proceso de reconocimiento de nosotros. Si no abrimos la puerta aceptando lo que no nos gusta, no podemos ver lo que se halla detrás de ella.
Esto no implica que debamos dejar entrar todo tipo de situaciones a nuestra vida. No, lo que significa es que vamos a abrir una puerta a nuevos significados, no a los hechos como tales. Comienza de este modo, un proceso de reconocimiento gradual a través de eso que en un primer momento rechazamos.
No se trata de aceptar sin más, sino de aceptar para ver-vernos, para conocernos, para reconocernos a través de ese símbolo exterior que estamos rechazando.
La realidad es un gran símbolo que nos ayuda a recorrer un sendero de autodescubrimiento.