Acostumbramos a mirar desde una perspectiva desde donde podamos
prever el futuro, controlar los impulsos. Vivimos sin entrega verdadera,
vivimos con condiciones.
¿Cuáles? Las que nos permitan seguir sin demasiados vaivenes, sin enfrentamientos, sin soledad sin frío excesivo ni calor, es decir en una posición de comodidad.
Desde la perspectiva de comodidad nos pronunciamos, actuamos, pensamos, construimos nuestra vida. ¿Esto es realidad, apariencia o una verdad a medias?
La vida no se puede predecir, no se puede controlar, no podemos entregarnos a ella a medias. Si lo hacemos también recibiremos a medias y entonces surgirá “espontánea” la queja.
¿De dónde? De nuestro interior ciego y confundido.
Siempre que vivamos a medias, viviremos lamentándonos por lo que no recibimos, por lo que nos falta.
¿Estamos dispuestos a dar sin condiciones que equivale a SER?
Esta es la pregunta adecuada que debemos realizarnos cada vez que nos lamentemos de lo que no llega o de lo que carecemos.